La vida como gran maestra de nuestra existencia será la que junto con la fortaleza, de los que la posean como virtud de soportar y resistir, la que nos enseñe más que muchos libros.
Dentro de ese viaje y el arte de nuestro pasaje será nuestra madurez la que irá diseñando con más o menos solidez el largo recorrido de nuestra existencia, tanto en los cortos como en los largos y medios desplazamientos vitales.
En este pleno arte de vivir nosotros mismos somos escultor y obra, pintor y lienzo, dando como resultado la esencia de nuestra vida plena; ya que lo importante no será vivir muchos años sino vivirlos satisfactoriamente, con el alma, ser dueño de si mismo, procurando ser lo más fiel a nuestros principios.
Cuando uno es joven inundan las posibilidades, todo nos puede ocurrir, cualquier reto puede ser interesante, nuestra oferta y demanda será amplia e incluso divertida pero nos iremos inclinando por aquellas que más nos atraen o interesan. Hasta que somos mayores y nos llenamos de realidades. Posibilidades y realidades constituirán el marco en el que desarrollaremos nuestra escultura o retrato personal. Aunque hoy en día la juventud tenga exaltado el instante, sin visión de futuro, o en sentido figurado sin figura del padre, aunque cada vez más real en la sociedad actual.
Esa escasez de visión de futuro es lo que impide desarrollar la delicia de soñar, siempre con un pie en la tierra, luego cada cual descubrirá sus limitaciones, dificultades y barreras. Ese diálogo de uno mismo con la realidad es lo que conformará nuestra personalidad y por ende nuestro futuro. Todo ello no debe hacernos perder los grandes temas de la vida como son el amor, la amistad, la convivencia, la familia, la educación. Esta vida mirando hacia delante con ilusión y argumentos nos dará la capacidad para ir pasando páginas y recuperar cualquier retroceso imprevisto. Y todo ello sintiéndose a gusto con uno mismo, con cierta paz interior, fuero interno con su dósis de inteligencia bien compensada con sentimientos positivos, es decir, asumir el pasado y vivir el presente que nos servirá de lanzadera al futuro o porvenir.
Nuestra felicidad depende de ese futuro, de esos sueños, del misterio y nuestro arte en la vida será el sacar el máximo posible de nuestra visión, que sin saberlo será el timón y guía de nuestra sabiduría interior en el encuentro de lo mejor de uno mismo junto con el amor que sepa perdonar y pasar páginas con suavidad y comprensión.
Esa felicidad como anhelo de todo ser humano y escapando de la confusión con el bienestar entendido como nivel de vida y posición económica, deberá ser todo lo razonable donde lleguen al máximo nuestros valores fruto de la sabiduría interior y experiencia vital. Esa felicidad nunca evitará el sufrimiento sino que lo superará y lo reforzará en nuestro crecimiento unido a la visión de nuestro sueño.
domingo, 21 de diciembre de 2008
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